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Todo queda en familia, relato erótico

Todo queda en familia, relato erótico

FOLLANDO CON MI CUÑADA

 

Cuando mi hermano mayor murió, su viuda María Eugenia tenía 33 años y Cristina, su hija, 17 recién
cumplidos. Hacía poco más de 10 años que habían decidido irse a vivir a otra ciudad y habíamos perdido
un poco el contacto y tristemente lo reactivamos cuando Juan Carlos falleció.

Empecé por conversar con un poco más de frecuencia con María Eugenia para saber cómo iban
sobrellevando el proceso; casi todo el primer año después de la muerte hablamos siempre por teléfono
y aunque al comienzo las conversaciones se centraban en mi hermano y en su ausencia, con el tiempo
empezamos a reconstruir una amistad juvenil que de alguna forma se truncó cuando ella y mi hermano
fueron papás. Juan Carlos tenía 18 años y María Eugenia 16, yo tenía 14 y admiraba profundamente a mi
hermano, era el tipo más valiente y el más guapo del barrio; por eso nadie se sorprendió cuando se hizo
novio de María Eugenia, la más bonita del barrio.

María Eugenia además de ser mi amiga, era también mi amor platónico y la primera mujer por la que
sentí deseo, pero lejos de enojarme con mi hermano por hacerla su novia, sentí que él la merecía más, al
fin y al cabo, yo era menor y ella nunca se fijaría en mí. María Eugenia tenía un rostro muy lindo, un
cabello castaño ondulado muy abundante, era delgada de senos pequeños, una cintura muy bien
marcada y tenía un culo de diosa, de nalgas grandes y firmes.

La última vez que había estado en esa casa, hacía más de 5 años, Cristina era una niña a la que le
gustaba montar bicicleta y patinar y María Eugenia seguía siendo tan bella como la recordaba. Igual
compartí muy poco con ellas porque estuve solo un par de días y casi todo el tiempo estuve con mi
hermano.

Viajé a la madrugada y llegué a la casa sobre las 10 de la mañana. María Eugenia me esperaba en la
puerta y, aunque aún se veía un poco triste, la sonrisa con la que me saludó la hizo lucir tan bella como
siempre. Mientras me acercaba a ella pude admirar su belleza con un poco más de detalle. Sus piernas
lucían hermosas y firmes con el short que llevaba puesto y arriba llevaba una blusa escotada que dejaba
ver una parte de su brasier. Aunque su cuerpo era menos delgado, aún se marcaban muy bien sus
curvas. Nos saludamos primero mirándonos a los ojos y luego nos dimos un efusivo y apretado abrazo
en el que pude sentir sus senos firmes.

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– Ese nuevo look te queda bastante bien. – Me refería a su cabello que siempre había sido rizado
pero hoy lucía liso y recogido en una cola de caballo.
– ¿Lo dices por mi cabello? ¿En serio te parece que me queda bien el cabello liso?
– Por favor, a ti cualquier look te queda bien.
– Tan galante como siempre. – Sonrió de nuevo y su cara fue más radiante y bella – Pasa por
favor.

Me invitó a seguir y se fue adelante mío para indicarme el camino. El short que no me había parecido
apretado, al verlo por detrás marcaba perfectamente sus grandes y firmes nalgas, permitiendo imaginar
que o no llevaba ropa interior o llevaba una tanga tan diminuta que no se notaba con el short. Mientras
la seguía por el corredor y le respondía sus preguntas sobre cómo había estado el viaje, mi mirada volvía
una y otra vez, disimuladamente sobre su hermoso culo. En ese momento empecé a sentirme ya no
como el cuñado de la mujer que hace poco más de un año enviudó, sino como cualquier hombre en
presencia de una mujer tan hermosa, sexy y encantadora. Antes de dejarme llevar por esa nueva
emoción, pregunté por mi sobrina Cristina y María Eugenia me dijo que había salido pues le gustaba
patinar los sábados por la mañana y que se pasaba horas y horas practicando. Lo primero que pensé es
que tendría horas y horas para estar a solas con María Eugenia. Mi pregunta pretendía alejar las
sensaciones y la respuesta las intensificó.

– Debes venir cansado, quieres tomar algo o prefieres recostarte y descansar un rato, mira ya está
lista tu cama en el cuarto de huéspedes.
– No sabes que no vengo tan cansado y mejor te acepto una cerveza. Yo sé que es temprano pero
creo que el calor lo amerita.
– Jajaja, muy buena excusa.
– Pero tu me acompañas, por favor.
– Sería una falta de respeto no acompañarte – Respondió sonriendo y una parte de mi quiso
tomar eso como un coqueteo.

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En la cocina tenían una mesa auxiliar que bien servía de mesa de comedor para una familia pequeña
como la de ellos. María Eugenia me invitó a sentarme mientras se dirigía a la nevera por las cervezas.
Cuando abrió la puerta y se agachó para sacar las cervezas, su culo se vio aún más grande y entonces la
admiración se convirtió en deseo, recordé en una fracción de segundo cuánto la había deseado en la
adolescencia, recordé que mis primeras masturbaciones habían sido mirando una foto de ella en traje
de baño y no pude contener una poderosa erección en mi pene. Rápidamente miré hacia la pared y
traté de pensar en otra cosa para evitar ser descubierto por ella. No es que lo tenga grande pero sí tenía
la sensación de que ella pudiera darse cuenta. De pronto vi la mano de María Eugenia frente a mis ojos
con una cerveza.

– Hola hola… tierra llamando. Jajaja.
– Jajaja, perdón, es que me acordé de un pendiente del trabajo.
– ¿Ahora le dicen pendiente de trabajo? Sí, como no, ya te creí. Yo te conozco.
– Jajaja ¿Qué dices? – Reí nerviosamente pensando que hubiera notado algo.
– Esa mirada que pusiste es por una mujer, no me lo niegues. Y como no me has contado de
ninguna novia, me imagino que es la que tienes en la mira, ¿no? Jajaja.
– Y tu sigues siendo tan buena para armar historias, por lo visto. Mejor ven y yo destapo las
cervezas.

Vi un destapador sobre la mesa y lo tomé para destapar la cerveza, cuando le recibí la botella acaricié su
mano y sentí que se puso un poco nerviosa con el contacto, permanecimos en silencio mientras destapé
las botellas.

– Salud – Le propuse un brindis y busqué su mirada.
– Salud – Respondió también mirándome.
– Ya sabes, mirada firme a los ojos en el brindis o sino son 7 años de mal sexo jeje.
– Hmm – Musitó sin mucho ánimo.
– Perdón, lo siento, mal apunte. – Entendí que pensar en sexo la podría hacer recordar a mi
hermano y ponerse nostálgica.
– No, no, tranquilo. Solo que pues hace tanto… jeje y… pues…. Nada, nada. – Tomó el primer
sorbo de cerveza.
– Tema sensible, lo imagino, pero pues… Nada, nada. – Tomé ahora yo.
– Jajaja, no pues ahora remedándome, tan chistoso. – De nuevo su sonrisa radiante decoró su
bello rostro.
– Pues que tu sigues siendo muy bella y además joven, toda una vida por delante. Ya lo hemos
hablado. Tienes que seguir adelante con tu vida amorosa como lo estás haciendo con todos los
aspectos de tu vida.
– Sí, sí, yo sé pero pues aún no me animo y no hay intenciones ni intencionados jajaja.
– Pues que no haya intenciones, te creo, pero intencionados debe haber un montón. Estás muy
guapa, ¿o es que no tienes espejos en esta casa? Brindemos por eso también. Digo por lo guapa
que eres, no porque no tengas espejos jajaja.
– Tu sí que sabes subir el ánimo con lo que inventas – De nuevo sonrió y esta vez sus mejillas se
sonrojaron un poco.
– Yo no invento nada, en serio estás muy bella María Eugenia, ese rostro tuyo siempre tan
hermoso, esa piel y pues el cuerpazo, ni se diga. Salud.
Cuando estiró la mano para brindar, no pude evitar fijarme en sus senos y notar que sus pezones
estaban duros y se marcaban en la blusa. ¿Sería el haber estado cerca del frío de la nevera o sería que
mi coqueteo estaba ocasionando algún efecto?
– Salud. – Respondió mirándome a los ojos. – Definitivamente sabes subir el ánimo, eres todo un
galán y bueno, ya que tu te pones sincero, pues yo también te digo que no entiendo por qué
estás solo, podrías tener a la mujer que quisieras.
– ¿Ah sí, tu crees eso? – Sentí que mi cara también se sonrojaba y sutilmente volví a mirar hacia su
pecho y sus pezones seguían duros, lo que me provocó de nuevo una erección.
– Claro que sí. Como tu dices, ¿es que en tu casa no hay espejos? Jajaja.
– Oye, no te robes mis frases.

Seguíamos hablando sin dejar de mirarnos a los ojos y acercándonos sutilmente.

– ¿Qué tanto se demorará Cristina? – Pregunté cuando nuestros labios estaban muy cerca.
– Hace un rato me escribió pidiéndome permiso para ir a almorzar con sus amigos, yo creo que 2
o 3 horas tardará en volver – Respondió mientras empezamos a besarnos.

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Sentir sus labios fue más placentero de lo que jamás había imaginado. Estaba besando a María Eugenia,
la primera mujer por la que había sentido deseo, mis labios estaban extasiados saboreando los suyos y
mi lengua descontrolada saboreando la suya dentro de su boca. Mientras la besaba acariciaba su rostro,
su cuello, su espalda y ella lentamente se fue acercando a mi y se sentó de frente sobre mis piernas.

Sentí el contacto de su sexo con el mío por encima de la ropa y, sin dejar de besarnos, su cadera hacía
movimientos rítmicos para frotarnos placenteramente. Yo seguía acariciando su espalda y fui bajando
hasta esas deliciosas nalgas que por primera vez me daba el gusto de acariciar. Con mis manos en sus
nalgas, acompañaba el movimiento de su cadera y entonces ella inclinó su cabeza hacia atrás para
ofrecerme su cuello. Mientras besaba su cuello podía escuchar sus suaves gemidos, estaba gozando
tanto como yo. Mis manos subieron por su espalda de nuevo por debajo de la blusa, buscando el broche
de su brasier, seguía besándole el cuello y deleitándome con sus gemidos. Cuando desabroché su brasier
ella me volvió a besar en la boca y mientras nuestras lenguas se daban nuevamente placer, levantó sus
brazos para que le quitara por completo la blusa y el brasier.

Ahora tenía frente a mí, los hermosos senos de María Eugenia, con sus pezones tan duros como los
había notado hace unos minutos por encima de la ropa, pidiéndome que los acariciara. Miré extasiado
esas bellas tetas al tiempo que acariciaba una con cada mano. Ella seguía moviendo su cadera para que
nuestros genitales se frotaran y, sin perder el ritmo, me tomó por la cabeza y me llevó hacia su pecho
para que le besara y le chupara los senos. Primero mi lengua acarició uno de sus pezones y sentí como
se estremecía, sentí que hacía mayor presión sobre mi pene y escuché un gemido un poco más intenso.
Lamí la punta de su pezón, dibujé círculos con mi lengua y luego besé y chupé. Con una de mis manos
acariciaba su otro seno, se sentía delicioso, mis dedos jugaban con un pezón mientras le comía el otro.
Ella ya no gemía ahora casi que jadeaba y se movía con más intensidad, su sexo se sentía muy caliente.
Mi otra mano seguía por su espalda y su cadera.

– No aguanto más – Dijo mientras se ponía de pie.

Yo me quedé sorprendido mirándola y ella se bajó el short y comprobé lo que había imaginado antes,
tenía una diminuta tanga blanca que ya se notaba un poco mojada por los jugos de su vagina excitada.

– Tu turno – Me dijo – Pero ahí sentado, no quiero que te levantes.

Yo en un solo movimiento bajé el pantalón y el bóxer. Ella miró fijamente mi pene y luego me miró a los
ojos mordiéndose el labio.

– Es la locura más deliciosa que he hecho en mi vida – Fue lo único que se me ocurrió decirle.
– Y es solo el comienzo – Respondió al tiempo que se bajaba la tanga y se acercaba a mi
nuevamente.

Antes de sentarse tomó mi pene con su mano y lo acarició, me acarició también los testículos y se paró
justo encima de mis piernas con sus piernas abiertas. Volvió a tomar mi pene en su mano y se agachó un
poco, frotó su vulva con la cabeza de mi pene y sentí lo mojada que estaba. Puso sus manos sobre mis
hombros y me miró fijamente a los ojos mientras se agachaba permitiendo que mi pene entrara en su
caliente y mojada vagina.

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Cuando tuvo toda mi verga dentro de su coño, soltó un gemido delicioso y luego nos besamos
apasionadamente. Sus movimientos a una cadencia perfecta, mis manos por su espalda, su cintura y sus
deliciosas nalgas. Se inclinó un poco hacia atrás y me pidió que le chupara de nuevo las tetas.

– Que delicia – decía mientras seguía gimiendo. – Me siento de nuevo mujer uffff, no pares
papacito.

Yo estaba loco, absolutamente excitado, no podía decir nada, mi boca estaba entregada a saborear la
piel de su cuello, a chupar y lamer sus tetas. Mi verga durísima y caliente estaba por completo dentro de
ella y sentía como la frotaba con sus paredes vaginales en cada movimiento. De pronto se movió más
rápido y mientras yo le chupaba las tetas, ella aceleró también sus jadeos hasta que explotó en un
gemido intenso y su cuerpo tembló.

Acababa de sentir por primera vez un orgasmo de María Eugenia y era mucho mejor de lo que jamás
había imaginado. Su orgasmo se prolongó y sus movimientos mantuvieron la intensidad.

– ¿Te gusta, mi amor? – Me dijo tomándome de la cabeza y mirándome a los ojos. – No te
imaginas las ganas que tenía de estar con un hombre y que delicia que seas tu.
– Estás riquísima, yo también tenía muchas ganas… de ti, desde siempre.
– Lo sé, papacito, lo sé, siempre lo supe y ahora estoy acá encima de ti, ahora soy tuya.
Siguió moviéndose mientras me miraba a los ojos y se mordía de nuevo el labio.
– Está será nuestra señal – me dijo señalando el labio que se mordía.
– Yo haré lo que tu desees, princesa.
– Soy tu princesa, tu perra, tu lo que quieras.
– Me encantas María Eugenia.
– Y tu a mí, papacito.

Empezó a acelerar progresivamente sus movimientos y me dijo al oído que no había ningún riesgo en
que me viniera adentro. Aceleró un poco más el movimiento de su cadera.
– ¿Quieres llenarme?
– Sí
– Dilo
– Quiero llenarte con mi leche, María Eugenia
– Pues… hazlo – me dijo mirándome fijamente a los ojos mientras movía sus caderas y apretaba
mi verga con su delicioso coño.
No dejó de moverse hasta que me corrí dentro de ella, y al sentir mi eyaculación ella tuvo un nuevo
orgasmo. Me vine tan intensa y placenteramente como pocas veces y ella no paró de moverse porque
su orgasmo se prolongó por unos segundos. Al finalizar se recostó sobre mi hombro y sentí el contacto
de sus hermosos senos en mi pecho desnudo. Acaricié su espalda, ahora suave y lentamente, acaricié
sus nalgas. Su piel suave, sus nalgas firmes.

– Es una locura esto. – Me dijo mientras mantenía su cabeza recostada en mi hombro. – Pero que
locura más deliciosa.
– Mucho mejor de lo que siempre imaginé.
– Eres terrible, quién sabe cuántas veces te la habrás tocado pensando en mí… jajaja.
– No sé, yo ya perdí la cuenta jajajaja.
– ¿Quieres bañarte y descansar?
– Yo quisiera es pasar todo el día haciéndolo contigo.
– Eres un loco jajaja. Me encanta sentirme deseada, no sabes cuánta falta me hacía.

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Me dio un beso y se puso de pie. Se puso la tanga y el short. Arriba solo se puso la blusa y se llevó el
brasier en una mano y estiró la otra para que yo la siguiera.

– Vamos que tu cuarto está listo y allí te puedes duchar.

Me puse de pie, recogí mi ropa y me fui desnudo tomado de su mano.

Relato remitido por «El Profesor»

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Autor entrada: admin